El círculo comenzó y se cerró para Amparo Muñoz en la Málaga que tanto quiso. Fue una vida espectacular de una mujer muy bella y dulce que triunfó en el mundo de la moda y saltó de modelo al reconocimiento internacional de su glamour y estilo siendo coronada primero Miss España en 1973 y luego Miss Universo en 1974 en Manila. Nunca una española había llegado tan lejos y tan alto en los cánones internacionales de la belleza y el estilo.
A partir de ese momento Amparo Muñoz, una mujer de carácter, estilo y gran poder de seducción, entró en un torbellino de secuencias con todos los registros. Con su genio y orgullo, y sentido de la dignidad que no perdió ni en los momentos más oscuros de su vida, marcó a la organización del certamen sus propias fronteras y se negó a cumplir con imposiciones. Tanto fue así que optó por renunciar a su corona a los seis meses porque se negó a perder su personalidad y ser manipulada por la organización en un viaje a Japón con el que no estaba de acuerdo.
Su carrera en el cine comenzó con el productor José Luis Dibildos en Vida conyugal (1973), dirigida por Roberto Bodegas y protagonizada por Ana Belén, Alfredo Mayo y José Sacristán. En el mundo del cine conocería a su primer marido, el cantautor Patxi Andion, en el rodaje de La otra alcoba. Vinieron después las películas Mauricio mon amour (1976), Voltereta (1976), Acto de posesión (1976), Del amor y de la muerte (1977), El tahúr (1979), Mamá cumple cien años (1979), y Dedicatoria (1980). Su etapa como actriz fue de nuevo relanzada con Hablamos esta noche (1982), para saltar a series en televisión. En los noventa el éxito le siguió acompañando con Licántropo, y La Familia.
La década maldita
¿Dónde se quebró una vida intensa y aclerada pero encauzada? Entre quienes han seguido más su carrera profesional y sentimental apuntaron a Hechos de Hoy que un viaje a México en la década de los 80 donde conoció a Flavio Labarca, su segundo marido, marcó el momento de inflexión. Amparo Muñoz cambió sus registros, se afincó en Filipinas, el escenario de su salto a una nueva vida, y el lugar donde todo se agitó, el famoso episodio del abofeteo a la productora Natalia Palanca, la condena a la carcel que evitó, y la huída física, y también personal, a un mundo que no llegó a encontrar.
En Barcelona en los años 90, Amparo Muñoz pasó de los titulares de la belleza y el cine a los de la crónica negra tras ser detenida en la Operación primavera, en una redada contra el tráfico de heroína. Luego llegó el juicio de facturas no pagadas, el rumor de la enfermedad, y el vaivén de desmentidos. En 1991, un último intento de buscar sosiego con su tercer marido, Víctor Santiago Rubio Guijarro, con ruptura rápida y definitiva tres años más tarde.
En sus memorias, La vida es el precio, Amparo Muñoz se puso ante el espejo de la boda en Bali con Flavio que recogió ¡Hola! en las imagenes de la belleza serena antes de la destrucción, su lucha contra la droga, y el pasillo del infierno de pasar del éxito en su trabajo y la fuerza de la belleza, al golpe seco de la droga que la acorraló.
Muerta demasiado joven hubiera querido seguramente tener más tiempo para dejar en el retrato final los momentos más bellos de su carrera, la secuencia de películas de éxito, y la cara del triunfo que nadie logró arrebatarla.
Extraida de hechosdehoy.com
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